Una mamá de ojos azules en el desierto de Gobi: ¿Qué rituales antiguos yacían enterrados con él?

April 18, 2025

En 2006, en el desierto de Xinjiang en el noroeste de China, un grupo de arqueólogos hizo un descubrimiento tan desconcertante como fascinante. Mientras excavaba una antigua necopolis conocida como las tumbas de Yanghai, cerca de la ciudad de Turpan, se encontraron con una momia extraordinariamente bien conservada de la Edad de Hierro. Inicialmente, aparentemente solo otro hallazgo arqueológico en la región, este descubrimiento pronto reveló secretos que desafiaron los relatos convencionales de las antiguas culturas de Asia Central.

El cuerpo momificado, identificado como el de un hombre de alrededor de 45 años, descansaba en la tumba 90 del sitio arqueológico. Lo que más llamó la atención de los científicos era su apariencia: había marcado rasgos caucásicos, pómulos prominentes, una nariz alargada y, para sorpresa de todos, sus ojos azules todavía eran visibles gracias al ambiente seco y salino del desierto, lo que permitía una preservación natural excepcional.

La gran pregunta era inevitable: ¿qué era un hombre con rasgos europeos que hacía enterrado en el corazón de Asia miles de años antes de que la Ruta de la Seda se conectara este y oeste?

A medida que avanzaba la investigación, los expertos llegaron a una conclusión fascinante. El hombre momificado probablemente pertenecía al Gushi un antiguo pueblo nómada que habitó la región de Tarim durante el primer milenio antes de Cristo. El gushi hablaba un idioma indoeuropeo llamado Topariano relacionado distantemente con idiomas como latín, celta y griego. Esto sugiere que existían contactos migratorios y culturales entre las estepas euroasiáticas y la Asia interna hace más de 3.000 años.

Los gushi no eran simples nómadas. La evidencia arqueológica sugiere que eran jinetes expertos, pastores organizados, arqueros hábiles y músicos refinados. Sus vidas giraron en torno a la supervivencia en las duras condiciones del desierto y una vida cultural rica y compleja.

Lo que realmente elevó la importancia del descubrimiento no fue solo la momia misma, sino los artefactos enterrados junto a ella. Entre los artículos encontrados había un tazón de madera cuidadosamente protegido dentro de una canasta de cuero … que contiene un alijo de marihuana aún verde .

Este descubrimiento fue particularmente llamativo. El cannabis no estaba allí por casualidad. Su preservación deliberada sugiere uso ritual o medicinal. El análisis de laboratorio mostró que las plantas contenían altos niveles de THC, el componente psicoactivo de la marihuana, lo que indica que no era solo el cáñamo textil, sino una variedad cultivada para fines específicos.

La imagen que surge del análisis de la tumba 90 y muchos otros en el complejo de Yanghai contradice la opinión tradicional de que las culturas chinas interiores estaban aisladas o primitivas en la antigüedad. Por el contrario, el gushi demostró una rica cosmovisión, prácticas espirituales avanzadas y un notable conocimiento de las propiedades de las plantas y los materiales.

El uso ritual del cannabis sugiere prácticas chamánicas similares a las de otras culturas indígenas de todo el mundo, como los pueblos siberianos, los celtas y los antiguos escitas. El instrumento musical indica la presencia de ceremonias o rituales donde la música jugó un papel central.

Además, el hecho de que fueron enterrados con tal cuidado y con objetos de valor simbólico demuestra que tenían un profundo respeto por la muerte y la trascendencia espiritual.

Las tumbas de Yanghai han revelado más de 500 entierros similares, muchos con cuerpos igualmente bien conservados y acompañados de una variedad de artefactos únicos. Sin embargo, Tomb 90 destaca por su riqueza simbólica y el impacto que ha tenido en comprender las migraciones humanas y la diversidad cultural en la prehistoria asiática.

Durante siglos, los gushi fueron una civilización olvidada. Ni siquiera las crónicas chinas las mencionaron claramente. Pero el viento del desierto, en su movimiento eterno, agitó la arena que cubría su historia. Y ahora, gracias a la ciencia moderna, sabemos que en Tarim Dunes vivió a un pueblo que hablaba idiomas relacionados con los de Europa, que cultivaron su espiritualidad con la música y las plantas sagradas, y que dejaron un legado que apenas estamos comenzando a entender.